En esta ocasión Pilar Rodiles nos presenta una nueva serie cargada de simbologías y de signos. Ha querido adentrarse en los aspectos más primitivos y metafóricos de las texturas y de las marcas que continuamente aparecen en todo vestigio humano. Las rugosidades de las pieles, de la tierra, de las paredes sedimentadas por siglos de erosión, le sirven de referencia para estas piezas de aspecto arqueológico.
Rodiles nació y vivió algunos años en Marruecos, país que dejó en ella un profundo recuerdo que le ha servido de inspiración en muchas ocasiones. La materia, los colores y las texturas, posiblemente encuentren un origen Norteafricano, que nuestros antiguos antepasados compartían, a tenor de sus propios restos. No se trata de una pintura primitiva, sino de unos cuadros de laboriosa fabricación. casi geológica, a base de sucesivas capas que se van cuidadosamente erosionando y manipulando. Utiliza látex, telas, pigmentos, polvo de mármol… con sus colores naturales o teñidos mientras que para los grafismos emplea pigmentos sintéticos con tonalidades más definidas. más vivas. Este aspecto de su nueva obra es quizá lo primero que se descubre y supone un evidente giro hacia una pintura de mayor contraste de colorido, más alegre y menos hermética que su pintura anterior.

Una aproximación al espacio físico de sus cuadros nos permite observar la capacidad expresiva de todos estos materiales utilizados de forma enigmática, aparentemente anárquica pero de una consciente y reflexiva manipulación que le da ese carácter plástico que nos acerca a los orígenes de lo existente. En estos trabajos parece haber intuido el mundo interior de las cosas, trasladándolas a la superficie en la que han quedado inscritas sus huellas, logrando romper así con la separación existente entre dos espacios bien distintos: el espiritual y el material.
Desde hace tiempo ha venido creando una obra en la que el gesto, la mancha de color, las veladuras o las transparencias son los elementos dominantes. Sin duda, disfruta transformando ese primer esqueleto o boceto, esa idea inicial plasmada en la tela, El tratamiento de estos trabajos vincula su producción con la pintura matérica, es decir, con un tipo de pintura caracterizada por poseer superficies densas, en donde predominan las calidades corpóreas. Cada lienzo se configura como un microcosmos de intensa plasticidad que nos invita a pasar la mano por su superficie.
Utiliza un repertorio sígnico a base de triángulos, flechas sencillas que en ocasiones parecen transformase en lanzas, flechas entrecruzadas o con doble orientación que nos pone también en contacto con los signos indicadores de una dirección a seguir en un mapa, en un plano o en la calle. Es sobre todo en este lugar donde esta pintora descubre los discos de comunicación vial que aparecen en nuestras ciudades indicándonos la obligación de circular en una determinada dirección. Pilar Rodiles en sus desplazamientos diarios se encuentra con estas señales de tráfico situados en cualquier esquina o lado de las aceras. Ella conoce su significado y sabe leer este código cerrado que también ha inspirado sus últimos trabajos.
La cabeza de estas flechas también puede evocarnos aquellas primitivas puntas de sílex en tonalidades amarillosas, negruzcas o pardas con su brillo vítreo, a menudo rodeado de una pátina blancuzca, que fueron utilizadas en la industria lítica desde el paleolítico superior al neolítico. La flecha se repite constantemente como si de una obsesión se tratase. Dirigida hacia distintos destinos nos hace pensar en las marcas que los nómadas hacen en el desierto y que sólo ellos saben encontrar e interpretar.
Estos grafismos fugaces surgen impulsivamente invadiendo la superficie de sus lienzos, dejando su rastro y dando cierta sensación de movimiento y dinamismo. En otras ocasiones, sin embargo, son más bien marcas melancólicas de brillo diáfano. señales que emergen del fondo, del abismo de nuestro ser. También podríamos buscar la referencia en las formas orgánicas naturales y en las huellas impresas de los fósiles animales y vegetales que se pueden encontrar en algunas calizas nummulíticas. En estas piezas se traduce una sensualidad próxima al subconsciente y a los sueños que nos vincula a aquel lejano origen en el que todos fuimos plantas.
La colocación de los triángulos y flechas sin embargo es perfectamente racional, montados sobre las líneas diagonales, verticales u horizontales en la mayoría de las veces, buscan una simetría difícilmente alcanzada pero que simboliza el intento del hombre por marcar caminos o simplemente dejar rastros de su existencia.
Clara Muñoz (texto para el catálogo Exposición CICCA Mayo 1993)